Crónica: MAD Live (The National, Mando Diao, etc.)

The National cronica MAD Live Madrid

Madrid pide a gritos más eventos musicales.

En una ciudad sedienta de cultura, ha saltado a la palestra el “festival” MAD Live by Sony. Una iniciativa que podría ser duradera, dada la calidad musical reunida en una primera edición (que ha agotado las 8.000 localidades dispuestas a la venta).

Era sorprendente ver a cándidos jóvenes -y bastantes menores entre estos- mezclarse con un público mucho más maduro en un mismo concierto como el de The National, en el que los unos ponían las manos en el aire al ritmo de las canciones lentas (malditos tópicos) ante la probable mirada de desaprobación de los otros. Anécdotas aparte, aquí va gran parte de lo vivido el pasado 31 de octubre en Barclaycard Arena (antiguo Palacio de los Deportes).

Mi velada melómana se inició a las 17:35 con la electricidad de Belako, la banda revelación (ya realidad) de Euskadi, que convincentemente mostró su evolución desde ‘Eurie’ (Southern Sea) a sus dos últimos y recientes EPs: AAAA!!!! y Bele Beltzak Baino Ez.  Sus reminiscencias más claras, las podemos relacionar con los paisajes góticos y art-punkeros de Siouxsie & The Banshees y con la actitud de Sonic Youth. Lo que más me sorprende de esta banda es que a pesar de partir desde los cimientos de grupos clásicos del género, han construido un post-punk regio, imprimido con actitud y agresividad, en el que desarrollan su personalidad, su sonido, su imagen y su estilo. Sonaron viscerales y la voz de Cris arrasó, una vocalista que dolida o enseñando los dientes, te apalea agresivamente con cada uno de sus registros.

Llegó el turno de The Orwells, a los que desde Bandalismo os hemos animado a escuchar incesantes veces. Este quinteto de Chicago es de esos grupos predestinados a ser una gran banda si evitan chocar contra el muro de su propia deriva: la ausencia de una voz más exclusiva. De momento, son un destello que dilucida un fenómeno apabullante, y esto ya es mucho dada su insultante juventud. En su concierto lo dieron todo: llegaron, tocaron y distorsionaron. La pareja ruidosa que formaron las canciones ‘Mallrats (La La La)’ y ‘Who Needs You’ fueron queroseno para un incendio de dimensiones catastróficas. Veremos cómo les trata el paso del tiempo. Nosotros les auguramos un futuro importante.

Con el ambiente más caldeado y con un notable aumento de aforo en el recinto (la hora era ya más atractiva), el responsable de prolongar la fiesta fue el electro-pop desplegado por Grises. Cumplieron con creces a las expectativas. La energía que desprenden cada vez que los chicos de Zestoa se suben al escenario es capaz de llegar a todo el público, conectar con ellos y hacerles querer saltar, cantar y divertirse como si fueran parte de la banda. El buen rollo y las sonrisas se apoderaron del panorama: una gran virtud generalmente bastante subestimada entre los críticos más acérrimos. Clausuraron esta brillante juerga con ‘El hombre bolígrafo’ y ‘Parfait’.

De repente, hordas de personas llegaron e invadieron la pista del recinto. Se avecinaba uno de los platos fuertes de la noche: los suecos Mando Diao, ¿os acordáis de aquéllos que fueron la banda sonora de nuestra juventud o de esa explosión cultural del mal acuñado término indie en España? Mando Diao fueron los abanderados de esa época. Conseguían descomponer el sonido de unas guitarras sesenteras y transformarlo en un tornado para el estómago con temas como ‘God Knows’ o ‘Long Before Rock’n Roll’.

Después llegó simplemente otra época, esa en las que los poderes fácticos imponen su fuerza invisible en las tendencias de la industria. Es el ciclo en el que empezó aquel pop sintético prefabricado y decadente en Inglaterra al que los suecos se subieron de forma ridícula. Ni siquiera consiguieron que ‘Dance with Somebody’ o ‘Gloria’ sonasen lúdicas y compactas. Su interpretación, con una puesta en escena disparatada, fue un colosal desatino. Como curiosidad, la cantante Zahara les acompañó en algunas canciones. Quizá lo único reseñable de su actuación.

Por sus reminiscencias del after punk de principios de los ochenta y del synth pop ochentero, siempre consideraré a Cycle nuestros Depeche Mode patrios. Aparecieron en escena con la difícil faena de intentar llenar el recinto de bailes desenfrenados con una electrónica placentera. Los coros y los bailes de La China Patino, señas de identidad indisolubles en la banda desde sus inicios, fueron constantes durante todo el concierto. Además, el aliciente principal era ver el esperado retorno de Luke Donovan como vocalista principal de la formación. Me entusiasmó ‘Mechanical’ y su última canción recientemente publicada ‘Saturday Girl’, que consiguió esgrimir una materia sonora que gimió poéticamente en el espacio. Cerraron con la oscura y bailable ‘Confusion!!!’, el epitafio encargado de propagar la locura colectiva. El final perfecto para un concierto memorable.

En ocasiones se dice que un grupo puede paralizar un festival por su capacidad para focalizar la atención del público durante su actuación, tristemente fueron The Kooks. Es cierto que se han ganado a pulso el éxito de que disfrutan, pero sus conciertos son de una insustancialidad abrumadora. Respeto absolutamente que el grupo de Brighton haya evolucionado hacia nuevas fórmulas con ritmos funk. En sus discos se puede apreciar con detalle su interés por las texturas y las capas de sonido, pero en directo son una banda de rock bastante convencional, y esos matices se pierden en el marasmo de decibelios que proyecta el grupo. Algo parecido pasa con Luke Pritchard, su vocalista, de una profesionalidad fuera de duda, pero poco convincente cuando se adentra por vericuetos existenciales.

Harina de otro costal fue lo de The National. La expectación generada estaba justificada y tenía un valor añadido: Sufjan Stevens acudía como músico de acompañamiento de principio a fin del concierto. Apoyados con una pantalla gigante al fondo donde ya antes del inicio se daban pistas sobre la relevancia que iba a cobrar durante el show, los de Ohio aparecieron en escena puntualmente entre los aplausos de una apreciable concurrencia. Con un excelente arranque protagonizado por ‘Don’t Swallow the Cap’, ‘I Should Live in Salt’ y ‘Mistaken for Strangers’  se metieron casi de inmediato a todo el personal en el bolsillo.

Su poesía meditabunda y encendida es un material muy fecundo para su arte, para su música integradora del siglo en ciernes y para sus interpretaciones en vivo, el lugar donde todo cobra sentido para ellos. Lo pudimos comprobar con ‘Afraid of Everyone’, ‘Slow Show’ o ‘England’. Sencillamente brillante.  Dio paso el estallido final  y sonaron esas melodías ocultas en el manto de caos creado por el carisma inigualable de Matt Berninger. Por supuesto, me refiero a ‘Mr. November’ y ‘Terrible Love’. En esta última, el cantante se entregó a su público con sus ya clásicos baños de masas en el que, como anécdota, Matt perdió sus gafas entre la multitud. La calma volvió con una Vanderlyle Crybaby Geeks’ cantada a capela, un huracán emocional que estableció la comunión total entre grupo y público.

Veo a The National  desaparecer del escenario. Es entonces cuando caigo en la cuenta de la necesidad de evasión y de una inyección ocasional de catarsis en el cerebro y en el alma, una dosis que ayude a disipar los nubarrones, a olvidar la guerra que se libra frente a nuestro sufrimiento.

Fotos de Eldiario.es

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