Crítica: Blur y su particular Lost in Translation

The Magic Whip

Doce largos años han pasado desde aquel Think Tank, y Blur vuelven en plena forma, con una colección de temas llenos de matices y que mejoran toda expectativa creada por los sencillos.

Fue durante su gira de reunión con motivo de las Olimpiadas de Londres (conciertazo en Hyde Park y bolo histórico en el Primavera Sound mediante), cuando se quedaron bloqueados en Hong Kong cinco días, a causa de la cancelación de un festival en el que iban a tocar. Fue su particular Lost in Translation, durante el que se metieron en un pequeño estudio de la ciudad a grabar unas canciones que según Damon «nunca saldrían a la luz». Así es como, tres años después, aquí estamos, con The Magic Whip entre las manos.

Nos encontramos con unos cortes que se mueven entre la vibración arrítmica y las pulsaciones hipotensas de un Albarn que convierte en épica la melancolía (ahí están ‘My Terracotta Heart’, o ‘Thought I Was A Spaceman’, que recuerdan a los experimentos de Phoenix en Bankrupt!); y se acompaña de una riquísima orquestación para abrazar su hipersensibilidad (‘There Are Too Many Of Us’ o ‘Mirrorball’, muy The Black Keys).

Las trémulas melodías espaciales acompañan el largo y van mostrando una amplísima paleta cromática que va desde Brian Eno (‘New World Towers’ podría ser el reprise de ‘Heavy Seas of Love’) a David Bowie, cuyo legado se asoma en ‘Pyongyang’, una joyita progresiva.

Pero hay espacio para los Blur de toda la vida. Coxon está tan activo como siempre y empaña el disco con su guitarra, que abre el elepé en ‘Lonesome Street’, la más Blur de todas, y exige protagonismo en ‘Ong Ong’ y ‘Go Out’.

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Y es que al final todo el disco parece un recuento de las experiencias que Coxon y Albarn han ido recogiendo durante estos años. ‘Ice Cream Man’, un temazo como la copa de un pino, no se entiende sin Gorillaz, igual que ‘Ghost Ship’ no se entiende sin Tony Allen y The Good, The Bad and the Queen, pero ninguna sería lo mismo sin la guitarra de Graham. El único que puede conseguir que Damon arranque como antaño, como en ‘I Broadcast’, para dejar la mejor canción del disco y un momentazo seguro en sus directos.

Blur han vuelto, señores; no sabemos si para quedarse, pero han vuelto. Y lo han hecho con un disco cojonudo. 

Nota bandálica: 8/10

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