Crónica: James Vincent McMorrow (17 de febrero, Teatro Nuevo Apolo)

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Existen pocas personas sobre la faz de la tierra capaces de transmitir dos sentimientos tan potentes y opuestos a la vez, como son la delicadeza y la fuerza. Una de las personas que tiene ese superpoder es James Vincent McMorrow; nos lo dejó más que claro el pasado 17 de febrero en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

La chispa inicial la encendió el paisano de James, Rhob Cunningham,  que fue desgranando algunos de sus temas de su álbum Mister Moon Tuesdays entre simpáticas bromas. Una vez finalizado su turno, sobre el escenario quedaban a la vista un piano y dos guitarras. Los tres instrumentos que, acompañados por la voz que todos estábamos esperando, darían lugar a uno de los conciertos más cargados de emoción a los que he podido asistir en mi vida.

James Vincent Mcmorrow salió al escenario con su sombrero y, sin mediar palabra, cogió su guitarra y comenzó con un ‘Hear The Noise’, de su anterior disco Early In The Morning. Le siguieron más temas del mismo: ‘Down The Burning Ropes’, ‘We Don’t Eat’ y ‘Sparrow And Wolf’. Mientras tanto, el Teatro Nuevo Apolo contenía la respiración para no interrumpir la magia. Ni un susurro, ni una voz; todos sumidos en el más bonito de los silencios para tener todos los sentidos puestos en la voz procedente del escenario, esa voz únicamente acompañada de un instrumento que conseguía poner a flor de piel toda clase de emociones. Llegó el turno de una versión de Leon Russell, ‘A song For You’, que sonó increíble; así, sin rodeos.

Tras este primer contacto con su primer disco, los temas de Post Tropical iban poco a poco asomando, comenzando con una de las más bonitas (para mí), ‘Red Dust’, y que acabó con un «yeah!» de algún paisano irlandés presente en la sala y las respectivas risas del público y del propio James. A continuación, otra versión, esta vez del mítico Steve Winwood y su ‘Higher Love’, que en voz de James, hace que casi se te salten las lágrimas. Después de ello, ‘Follow You Down’.

Con ‘The Lakes’ y sobre todo en el final de esta, nos demostró su alucinante torrente de voz. Como ya he mencionado, capaz de transmitir sentimientos tan opuestos. Una voz tan frágil que parece que en cualquier momento vaya a romperse, pero que transmite una fuerza que da hasta miedo porque te recorre por dentro de principio a fin.

Llegó ‘Glacier’ y con ello, cómo no, los comentarios sobre la canción que sirvió de fondo para el anuncio de la Lotería de Navidad de este año. A todo esto el tímido James que asomó al principio en el escenario y que acababa las canciones con un tímido «thanks» y una sonrisa, se iba poco a poco abriendo ante el público que le lanzaba piropos de la talla de «we love your hat». Agradecía de vez en cuando nuestro calor, y nos sonrojaba diciéndonos «is very nice to be here». Adorable, pa’ comérselo.

Gold’ es otro de esos temas que hacen que te transportes a otro universo sin moverte de los cómodos asientos del Teatro Nuevo Apolo, se notaba en el ambiente esa extrema contención de emociones. Pero parece que James tenía ganas de vernos estallar, porque tras esta empezó a sonar ‘Breaking Hearts’, canción que va a dar ahí, al corazoncito. Tras ello ‘This old dark machine’ y ‘Look out’.

Post Tropical está compuesto por grandes himnos con una belleza que salta a la vista, como la de ‘Cavalier’ que fue el siguiente tema en tocar y que dedicó a su novia. A saber la de mujeres allí presentes que en ese momento imaginaron ser la chica de James… Pero es que a su anterior álbum tampoco le faltan canciones de este tipo, como ‘If I Had A Boat’, que fue bordando con esa delicadeza suya junto con su guitarra acústica.

Si durante todo el concierto había seguido una línea preciosista, lo de ahora subía el nivel hasta el infinito. Con su guitarra, sin micrófono, con la única ayuda de sus pulmones, McMorrow interpretó ‘And If My Heart Should Somehow Stop’, inundando todos y cada uno de los rincones del Teatro Nuevo Apolo y todos y cada uno de los corazoncitos de los allí presentes. El silencio sepulcral se rompió con un estruendo de aplausos y gritos histéricos de agradecimientos por aquellos 90 minutos que nos acababa de regalar, y con una tímida pero agradecida sonrisa y un gesto con la mano James abandonó el escenario. Y así, con mi cuerpo por un lado y mi cabeza a saber dónde, abandoné el Teatro en el que aún, si guardabas silencio, podías escuchar la voz de James susurrando.

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