Crónica: Mogwai al abrigo del trueno

Crónica del concierto de los escoceses Mogwai en La Riviera de Madrid, presentando su último disco Every Country’s Sun


Mogwai optaron el pasado miércoles en La Riviera de Madrid (una fecha organizada por el Primavera Sound) por el concierto valle. O más bien así es como se adaptan cuando las ocasiones son más individuales y hay tiempo para desarrollarse, sobre ese plan diseñan su papel. No es extraño quizá, viendo ahora su directo, que el último disco que han publicado, hace poco más de un mes (aunque ya lo presentaron en exclusiva mundial en un concierto sorpresa dentro de la propuesta #Unexpected del Primavera Sound), venga con el título Every Country’s Sun. Mogwai son ahora más paisajísticos, incluso más orgánicos, y dibujan construcciones mucho más en ¿orden? con la naturaleza. Más Cannaleto y menos Francis Bacon, vaya, aunque siempre acaben naufragando en William Turner.

Pronto suben la colina, descargando un alud desde el principio. Destapando con calma pero sin piedad la inmensidad de ‘I’m Jim Morrison, I’m Dead’. Y empiezan a bajar, a reducir, a contemplar… a elaborar y a pintar con sintes y una brillante distorsión esos pasajes cálidos, más fáciles de transitar que marcan su último trabajo. ‘Party in the Dark’ viene rápido, y pasa como un fantasma (el mismo que se aparece en los efectos de las voces, una especie de ente robótico) para hacer más sutil el hecho de que es, quizá, la excepción de turno por ser un tema más «pop» y abandonar los preceptos de post rock instrumental que injustamente los encorsetan (otra que lo hace, por cierto, pero desde otro punto de vista, más hacia el giro electrónico, es ‘Remurdered’, que esta vez no entró por desgracia en el repertorio…).

Después comienzan a entrelazarse piezas nuevas con algunas antiguas, muy seleccionadas y pensadas para darle al show esa linealidad de ondulación suave que parecen buscar en esta nueva etapa. ‘Crossing the Road Material’, por ejemplo, hace de travesía a baja altura entre la intensidad de ‘Take Me Somewhere Nice’ y ‘Hunted By a Freak’, y ‘Battered at a Scramble’ prepara el vuelo que levanta la oscura ‘Rano Pano’ y que en ‘Helicon 1’ se induce en su propia tormenta. Dominic Aitchison sostiene el bajo como un de martillo de Thor que puede golpear natural, poderoso por si mismo pero también cargarse con la distorsión de un trueno, aunque en esta ocasión se lo cede a un Stuart Braithwaite que ha de sentarse para manejarlo y agarra su guitarra. Construyen así una extraña cinematografía, casi de misa, y van haciéndose ahora más progresivos. Es, sin embargo, Barry Burns el que da el verdadero recital y, pese a que empieza más tapado en los teclados (luego sabe conducirlos no obstante hacia el delirio, perdidos, incendiados y hasta psicodélicos en las profundidades del muro de sonido que levantan Mogwai, que debió dejar bastante tocados unos amplificadores de La Riviera que contra todo pronóstico resistieron la embestida), cuando pasa a manejar la guitarra es cuando desata todo su potencial.

Decía misa, y es que es a lo que más se parece la enorme ‘Every Country’s Sun’, joya del último disco del mismo nombre. Empieza en un silencio helado estremecedor y termina en un delirio de postapocalipsis robótico que a servidor le recuerda mucho al universo Halo. Quizá todo el disco y quizá todo el concierto… por esos paisajes fríos, panorámicos, de una cierta belleza arrasada viaja ‘2 Rights Make 1 Wrong’. E inicia una subida que ya no se detendrá, ni siquiera por el breve paréntesis en que los cinco músicos abandonaron los instrumentos y el escenario para «fingir» que hacían un bis.

La subida se antoja larga, complicada, y se afronta con frialdad a veces, con pasión otras; siempre con tenacidad. Y con el trabajo espectacular que facturan las tres guitarras (notable también el trabajo de fondo del joven Alex Mackay) cuando afrontan en armonía los vaivenes de su propia avalancha. Incansables, rugen agónicas hasta que Martin Bulloch, a la batería, decide liberarlas, siempre tomándose su tiempo en cada latido. Es al final, con la descomunal ‘Mogwai Fear Satan’, cuando todo se concentra. Con ese brillo de esperanza en forma de guitarras afiladas que combate el mal que libera la distorsión, con el enfrentamiento entre la luz y la oscuridad. Entre la euforia y la ira, Mogwai regresan a ese lugar del que al final no han salido nunca, pues solo son en la colina la lluvia que queda de su primer impacto: al amparo del trueno.

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