La joven neozelandesa Aldous Harding emocionó a una silenciada Moby Dick con un evocador folk de vanguardia
Conocimos el nombre de la neozelandesa Aldous Harding cuando la vimos aparecer en la última tanda de nombres que reserva el Primavera Sound para llenar el Heineken Hidden Stage, este mismo año. Había publicado un disco más en la línea del alt country y tenía recién salido del horno su sucesor, el oscuro y desnudo Party con el que se estrenaba como miembro del prestigioso sello 4AD, donde también militan The National o Daughter. Y si el disco conquistaba al instante por su densa profundidad, en directo Harding la lleva por bandera. Como la intensidad.
Sale al escenario sola con una eléctrica con cuerdas de nailon y, sin mucha palabrería además de un «thank you» tras cada canción, se deshace de ‘Swell Does the Soul’ y de ‘I’m So Sorry’, en un registro sobre todo grave y de intimidad mística. En trance, la neozelandesa pone los ojos en blanco cuando vuela a las notas más altas, como invocando cantos de pájaro que silban a un funeral.
Se une entonces para dar sutiles, sutilísimos apoyos a los teclados Jared Samuel de Invisible Familiars, y con él lleva adelante la sencillez de ‘Elation’. H. Hawkline, que había hecho de correcto telonero un rato antes enfrentándose solo a la madrileña Moby Dick («normalmente voy con una banda tipo Bee Gees detrás, así parezco solo un tío triste con guitarra, así que tratad de imaginárosla», dijo en algún momento, con más sorna y humor que Harding en cualquier momento de un concierto en el que se lo toma todo demasiado en serio), se subía también después para completar la banda y atacar la seductora ‘Blend’, pulsos electrónicos mediante e intensidad, otra vez, a flor de piel. Aldous Harding proclama maldiciones y exuda un aura siniestra, casi maldita. Su conjuro silencia por completo a la sala, entre los versos de temas como ‘Party’, con esos nasales chirriantes, pero también sana con destellos de brillo folk en ‘Living the Classics’ o ‘Imagining My Man’, con cierta melancolía bucólica.
El final, después de haber tocado cima ya, es un descenso pausado que a veces resulta un poco tedioso, presentando ‘Weight of the Planets’, tema nuevo, y desquitándose poco a poco, como en un fade-out, de los miembros de la banda. Harding se ha quitado el abrigo y por momentos se ha puesto de pie, e incluso ha tratado de expresarse físicamente a través de sutiles espasmos. Cuando todos se han ido, regresa ella sola para hacer ‘Pilot’, abandonada de nuevo a su trance personal, pero es el segundo bis el que la muestra tal y como es, madura y desgarradora. ‘Horizon’, con Samuel de nuevo al piano, enseña todo su potencial vocal y su enorme expresividad, y se confirma como uno de los temas del año. «Here’s your princess, and here’s the horizon», cantaba engolada y profunda mientras ponía las dos opciones en cada una de sus manos. Elige tu futuro o, al final, elige tu vida. Seguir el camino despejado o darle la mano al amor. Con tal rotundidad te abandona en plena noche de Madrid, te deja desasido y frágil, sin ropa, sin escudo. Menos mal que era jueves/domingo y podíamos irnos a casa a mirar nuestro reflejo en una copa de vino. La vida sigue, pero qué bien ser tan conscientes de ella en conciertos como este.