Más engrasado y con más pistones que nunca, el motor que carburan Fuel Fandango alcanzó en el viejo Palacio de los Deportes su cénit de potencia. Una dimensión desconocida, un nuevo impulso y una nueva cilindrada
La fiesta de Fuel Fandango en el WiZink Center Ring de Madrid fue más que una despedida. Aurora tocaba su fin con el último amanecer y la ocasión lo merecía, así que el dúo de Cordobrighton decidió amplificarse como nunca para dejar el que probablemente fuera el concierto de sus vidas, un jolgorio de principio a fin diseñado a la altura de las grandes noches.
Entre fandangos, sentados y en un formato más acústico, con Daniel López a la guitarra española y casi dibujados sobre un enorme telón carmín, comenzaron el concierto, desenvolviendo poco a poco sus ambientes electrónicos, con ‘Medina’ y una intensidad recogida en la voz de Nita, más abandonada a lucimiento y gorgoritos. Apenas un abrir y cerrar de ojos, porque apenas media hora después el antiguo Palacio de los Deportes se había convertido en una discoteca gigante y en ella se consumían bailando casi 5.000 almas.
La propuesta lo vale, esta grandilocuencia, esta presentación. Quizá mencionar algún error de principiante en esto de las arenas y grandes audiencias, como el tiempo excesivo que se tomaban para los cambios de decorado o vestuario de Nita y que Ale Acosta se encargaba de amenizar con su faceta de dj, que por cierto siempre se mantiene ojo avizor y actualizada. Fueron sus pulsos de r&b urbano los que iniciaron el verdadero espectáculo con ‘Burning’, reconvertida en un globo de trip-hop, o los que despertaron ‘La Primavera’ hacia el apoteosis discoretro que llegó cuando Nita regresó vestida casi como una Wonderwoman pasando por Flashdance, de la mano de El Niño de Elche, con quien enfrentaron ‘El Todo y La Nada’.
Antes habían explotado más a fondo su faceta Fandango, y en ella se pierden en momentos más anodinos; sacaron incluso al bailor cordobés Daniel Navarro a zapatear. Pero es con el Fuel con lo que Alejandro y Cristina, y la pedazo de banda que les acompaña, con Carlos Sosa a la batería y Pablo Pérez a bajo y teclados, explotan de verdad y alcanzan su verdadero nivel. Luces móviles, un sonido limpísimo, una estructura de focos dinámicos por fondo, empiezan a empalmar, una tras otra, ‘I Say No’, ‘Trece Lunas’, ‘New Life’, ‘Toda La Vida’ y ‘Shiny Soul’, y mientras tanto lo mismo explota confeti que llueven guirnaldas, o se suman tres coristas (Verónica Ferreiro, Aurora García y Carolina García) o toda una sección de metales (Alejandro Serrano, Iván del Castillo y Ernesto Millán) comandada por el saxo de David Carrasco. Incluso haces láser trajeron, que acompañaron otra de las mini sesiones con las que Ale iba ligando un show tan complejo y preparado.
El final llegó en apoteosis después de la gravedad casi mística de ‘Nature’, pero también vino a demostrar que Ale y Nita estaban ahí para celebrar sus propias vidas. “Madrid, hoy es una noche para celebrar la vida, para celebrar la música”, decía una Cristina que a lo mejor se pasó un poco exhortando al público al loloísmo pero que fue capaz de transmitir a la perfección cada brizna de compromiso con su trabajo, bailes, zapateos y chorrazo de voz mediante. Casi entre llantos se despidieron presentando a cada uno de los miembros de un enorme equipo sin el que “esto no sería posible”, y solos los dos, sin electrónica y sin adornos más allá de una humilde guitarra, mirándose frente a frente bajo un foco de luz blanca, enfrentaron ‘Fragile’ y se confesaron amor profesional eterno, pues juntos han conseguido en apenas diez años (como si no fuera nada…) algo con lo que no tantos llegan a soñar, un camino que por ejemplo Pastora no supieron o no quisieron transitar.
Su propio teatro de luces, ese que explota en la especie de himno identificativo y racial que se han sacado con ‘Salvaje’ (no es su mejor canción, pero sí la que con más precisión se acerca a definirles), Fuel Fandango demostraron anoche, y fuera tonterías, que son una de las bandas nacionales más personales y con más posibilidades, una destinada a mantener siempre este nivel, una a la que le costará olvidar Aurora y que probablemente, aunque a Nita algunas veces parezca que le apetece, no pueda echar el freno en este momento. Este concierto no era para echar el freno. Era para coger aire. Para volver a llenar el tanque. El combustible ayer se lo fundieron, dejaron desierto y seco el depósito.
Shooting oficial de Jaime Massieu para Fuel Fandango.