Crónica: The Drums don’t stand a chance

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Un Jonny Pierce pletórico comanda a unos renovados The Drums para salir por la puerta grande del pop en el Teatro Barceló


Cuando un proyecto, como el de The Drums, da tantas vueltas en tan poco tiempo y sufre tantos cambios, al final acabas mostrando recelos. La banda, tal como la conocimos en 2010 con el descomunal —y esta fue una noche para recordarlo y reconfirmarlo: descomunal— The Drums, se ha ido disolviendo y simplificando hasta pasar a ser el proyecto en solitario —«95% él en su habitación», ha comentado— de Jonny Pierce, y aunque desconocemos realmente las razones de la última disolución, podemos, a la vista de esta última gira que le ha traído al Teatro Barceló de la capital —y que le llevará esta misma noche a Barcelona y mañana al Donostia Kutxa Kultur Festibala—, deducir que no todo fue tan amistoso como parecía.

Ni una tocó Jonny perteneciente al último álbum que hizo junto a su colega Jacob Graham —el descalabrado Encyclopedia de 2014—, y cuando se preguntó berreando ‘How It Ended?’, la respuesta siempre acababa señalando al cartelón de fondo en que se deshacen las letras que forman «The Drums» y diciendo: «do you remember the old times?».

Y sí, al menos Jonny Pierce los recuerda, y tras mudarse a Los Angeles y regresar, aparentemente curado, a Nueva York, le ha sabido dar a The Drums el brillo que les creíamos perdido. Abysmal Thoughts es un buen disco que no dice nada nuevo. Pero sí le ha servido a Pierce para sacar a relucir de nuevo las virtudes de los dos discos por los que están donde están: The Drums y Portamento. Y él lo sabe.

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El concierto es un salpicón del último trabajo, primero con Anti-, en un gazpacho de los otros dos. Y el caso es que apenas se aprecia, que los nuevos ejercen perfectamente de pegamento de contacto entre los hits, que empezaron ya de primeras con ‘Best Friend’ y ‘Book of Stories’. Quizá fue una decisión cuestionable no reservar la dinamita para el colofón, pero teniendo en cuenta la personalidad inestable y depresiva de Jonny Pierce, al final soltarlos de primeras y tirar la sala desde el primer momento era lo que necesitaba para enchufarse para toda la noche.

Lo reconoció —subió a la mujer del guitarrista a hacer de traductora— hacia la mitad del concierto, agradeciendo la enorme respuesta del público de la capital, que abarrotaba el Barceló. Era imposible no saltar con ‘Days’, con ‘Let’s Go Surfing’, que nos pilló desprevenidos. Era imposible no sentirse rebelde de nuevo, como en aquellas discotecas de Manchester donde tocaban los Smiths, o en algún garito de Nueva York donde empezaran los Strokes, o más tarde Vampire Weekend. Y claro, rebeldes que somos, en ‘Money’ unas 30 personas fueron invadiendo el escenario y abrazándose a Pierce ante la inquieta mirada de los de seguridad, que se encargarían después de bloquear ambos lados del escenario para evitar una nueva estampida.

Fue un momento precioso que seguramente hizo levitar a Jonny, que lleva bastante bien lo de cargar con los galones de The Drums, baño de masas incluido sobre el tintineo de ‘I Need a Doctor’. Quizá funcionara mejor todo con un par de micros para guitarra y bajo —en muchas guitarra y guitarra, viva el pop de guitarras—, aunque tiene su gracia ver como el respetable hace los coros. Y sobre todo un teclista para no tener que llevar pregrabados los efectos. Por lo menos son pocos, y prefieren adaptar las canciones a las posibilidades de su formato en lugar de tratar de reproducirlas.

‘Book of Revelation’ y ‘Blood Under My Belt’, el muy bien recibido sencillo principal de Abysmal Thoughts, cerraron un set principal en el que todo fue una fiesta de la nostalgia. Para el bis, más bien un segundo acto que abarca hasta un 30% del concierto, se reservan la más de rigor presentación del último disco y caen un poco en la reiteración, aunque le den el pistoletazo con la cara B del sencillo de ‘Best Friend’, ‘Baby That’s Not The Point’, una especie de r&b que parece lo más contemporáneo de todo el concierto. También la cadencia casi ska de ‘Head of the Horse’, pero ‘Mirror’ es la única que consigue conectar con la gente al menos al nivel del primer acto.

Para despedirse, y haciendo honor a esa bipolaridad emocional que tanto nos gusta de algunos músicos atormentados, comentó que esa misma noche habían conocido la noticia de que una pareja de fans que conocieron hace unos años había fallecido en un accidente de coche dejando en el mundo una niña pequeña. A ellos y a ella les dedicó la canción con la que se despidió definitivamente, el baladón de The Drums ‘Down By The Water’, dejando una sensación agridulce, pero también habiendo cerrado un conciertazo, un espectáculo de pop brillante y desenfadado que nos recordaba a todos lo importante que es hacer la revolución bailando. Gracias a los Smiths, a Belle & Sebastian, a los Beach Boys, a los Strokes… a todas las bandas que han hecho posible lo que recogieron anoche The Drums.


Foto: Sharon López (@sharonlopez).

Vídeos: Cristina Alonso (@CristinaBFlor), Niki T. Boza (@bill_mcfly).

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