Crónica: El trance despierto de Woods

Asistimos al concierto de Woods en el Teatro Barceló de Madrid el pasado 7 de abril, un viaje de la frontera a la costa este sesentera


Es muy probable que Woods sean, ahora mismo, una de las mejores bandas de folk del panorama musical. Por una trayectoria prolífica y notable que ha ido evolucionando desde una pureza más incomprendida hasta una incontestable facilidad pop, y que ha pasado por periodos de oscuridad y de luz, y que ha sabido dar cabida a todo un imaginario psicodélico que transita tanto por el bosque como por la frontera y por la costa oeste.

Puede que haya quedado lejos el frikismo de Songs of Shame, en general de los primeros álbumes de Woods (qué lejos quedan ya), pero siguen invocando como pocos un espíritu sesentero, ruidista y desvariado que alterna con su lado más contemplativo y soleado y con su capacidad para el incendio y el ruido. El trayecto y no el final, el propio viaje es lo verdaderamente fundamental para este quinteto con base en Brooklyn que traza una experiencia sonora en la que se dan cita el rock, el pop, el folk, la psicodelia, el progresivo, la improvisación, el country, el soul, el noise y la ranchera, como demuestra la descomunal ‘With Light and with Love’ que clausura el set principal y recoge en diez minutos de éxtasis ascendente toda la esencia del concierto, en una especie de fiesta a tres manos entre Pink Floyd, The Byrds y la Velvet Underground.

Aún así, Woods hoy están más apegados al folk brillante y abierto y no tanto al oscurantismo de épocas pretéritas (y formaciones pretéritas), y la práctica totalidad del repertorio se ciñe solo a sus dos últimos álbumes y al venidero Love is Love. De él mostraron un nuevo adelanto, también en clave de folk mañanero, además del sencillo que ya han adelantado, la homónima ‘Love is Love’ en la que siguen la línea más chicana iniciada en City Sun Eater in the River of Light y que está amparada fundamentalmente en la inclusión de la trompeta. Para tocarla en Madrid invitaron a un trompetista local que levantó tantos o más vítores que la propia banda y que demostró que esta estética le queda muy bien a Woods y que se sienten cómodos en ella; fue enorme su participación en ‘Sun City Creeps’, en ‘New Light’ o en la que abrió el bis, la preciosa ‘Suffering Season’ que también representa a todas esas grandes melodías que son capaces de facturar los de Brooklyn, muy en consonancia con Fleet Foxes.

La diferencia entre las dos caras del concierto puede tener mucho que ver con los cambios de guitarra de Jeremy Earl, voz principal, entre la acústica y su peculiar Danelectro Vintage Soundsilver inspirada en una guitarra mítica de los 50 y con la que consigue sonidos ácidos, metálicos y efectos de sitar, como en ‘Cali in a Cup’, la que fuera su primer contacto con el pop más ornamental.

‘Leaves Like Glass’, la apertura del concierto (con interrupción incluida, no se escuchaba la voz y tuvieron que volver a empezar… «such a great start», decía Jarvis Tavaniere, guitarra, con cachondeo), y ‘Politics of Free’ y la genial ‘Hollow Home’, que la sucedían, podrían sintetizar el alma acústica, decoradas siempre por la efectividad de Tavaniere, siempre expresivo y técnico, como toda la banda; si algo tienen Woods es sobrada calidad. Sus notas de guitarra, a veces pasadas de reverb y a veces flácidas por el wah-wah te arrastran al techo de la sala, más allá del techo.

Cuando Earl enchufa la Danelectro para hacer ‘The Take’, también está enchufando a todo el conjunto, que termina envuelto en una jam histérica e incendiaria de diez minutos con coletazos de jazz. Única pega: a veces la difícil conexión entre ambas facetas complica la completa inmersión, y es fácil desviar la atención. Pero es precioso ver y oír como esa guitarra se entrelaza con la Gretsch de Taveniere en el clímax de ‘Creature Confort’, como pueden coger cuerpo de clásico rock desde una propuesta a veces tan intimista.

O en el temazo incontestable de Woods, el que con más claridad les aúpa al olimpo del pop: ‘Moving to the Left’. Cerró la velada en todo lo alto, demostrando que Woods pueden desvariar a veces pero que cuando se ponen serios pueden abrasar y ofender con un sonido contundente, entero y envolvente del que es harto difícil escapar.

Una vez más, Primavera Sound nos deja una noche para recordar.

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