Crónica Primavera Sound 2018: Viernes 1 de junio

cronica primavera sound 2018

La caída de Migos marcó una jornada en la que al final The National reclamaron el cetro de cabezas de cartel, pudimos asistir al despertar de Jorja Smith y que reinó indiscutible y elegante Charlotte Gainsbourg


El viernes empezó con la reivindicación personal de Waxahatchee en forma de rock con la vista y la actitud puesta en los 90, convertida en símbolo de una reivindicación general del poder de las mujeres. El puño feminista de Katie Crutchfield, acompañada de su banda de rockeras, retumbó en el Apple Music para abrir una jornada que luego iba a repartir entre el arranque de Cesare Basile, minoritario mito italiano apegado a un rock anarquista que recoge influencias sonoras de la diáspora centroeuropea del pueblo gitano, y el clímax de Oumou Sangaré, la ya habitual fiesta multicultural de la tarde del Ray-Ban que esta vez se llenó de funky y de soul, de una celebrada y festiva espiritualidad convocada por la que es una de las cabezas principales del wassoulou, un género original de Mali que centra su temática en la exploración de los misterios de la vida y lo femenino y en la exposición de la devaluación de las mujeres en la sociedad africana y que dejó ver una pléyade de instrumentos originarios de la región como el característico bolon batu conviviendo con una banda de funk modernizada.

Asumido que era difícil acceder en ese momento (cierto que era el que se encontraba más liberado en cuanto a coincidencias) a The Warehouse para satisfacer la curiosidad por el Liminal Soundbath en el que Jónsi de Sigur Rós recreaba junto a su pareja, Alex Somers, y Paul Corley la playlist infinita que han desarrollado como último proyecto, bajé al Pitchfork para comulgar con el críptico y algo litúrgico postpunk humeante de John Maus, que ofreció lo que podrías esperar de una versión más arty, grimosa y contenida de Future Islands, o de lo que haría su vocalista si tuviera algo que ver con Ariel Pink.

Llegaba el momento de entrar en materia, y no me queda más que rendirme ante un Father John Misty al que de nuevo pocas pegas se le pueden poner, habiendo además recatado sus excesos escénicos y adoptado una pose más serena que le hizo sentar cátedra del rock contemporáneo desde el escenario Seat la tarde del viernes. El mismo día que presentaba mundialmente su nuevo disco, God’s Favorite Costumer, y que estrenaba en directo su apertura, ‘Hangout At The Gallows’, con un anuncio retro de televisión proyectado tras él y su banda. Portentosa para esta ocasión, por cierto, un breve pero intenso repaso en equilibrio de grandes temas de su ya abundante discografía, con vientos en directo y una pequeña sección de cuerdas que hacían levitar cada melodiosa entonación de uno de los cantantes mejor dotados de la actualidad y cada ruidosa y enérgica progresión conducida al estallido. Una maravilla.

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Como la que le siguió, pese a que ya no parezca quedar lugar para la sorpresa en un concierto de The National. Los de Ohio estuvieron soberbios, sólidos como los que más, impecables como ninguno pese a que no era la mejor «noche» de Matt Berninger, que salió especialmente borracho y no dio la nota como acostumbra, más lánguido y desafinado de lo que es deliciosamente normal en él. Emocionantes aún frente a vientos y mareas, arrancaron con ‘Nobody Else Will Be There’ y a partir de ahí trufaron el repertorio con las mejores canciones de Sleep Well Beast, ‘The System Only Dreams In Total Darkness’, ‘Guilty Party’ o ‘Day I Die’, con verborrea del carismático Berninger (estrenaba un traje comprado en el duty-free al que no le encontraba los bolsillos) y con clásicos infalibles como ‘Graceless’, la filosófica ‘Don’t Swallow The Cup’, ‘Fake Empire’, con unos vientos maravillosos que adornaron a la perfección todo el show pero que aquí, como siempre, tocaron fibras invisibles, el trayazo que siempre es ‘Mr. November’ y ‘Terrible Love’, esta vez sin baños de masas ni golpes con el micrófono, sin Mr. Hyde. Solo el doctor Jekill disfrazado de crooner decadente, de escritor borracho y dos pares de hermanos que respaldan su intimidad con una vibrante épica multicolor. Se despidieron con la inédita ‘Rylan’ y con la caricia de ‘About Today’, que dedicaron al recientemente fallecido Scott Hutchinson de Frightened Rabbit.

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La caída de Migos (que habían perdido según la organización el vuelo a Barcelona cuando presumen de avión privado y al día siguiente andaban por París…), después, dejaba, aparte de un evidente picorcito, la sanadora oportunidad de asistir el parto de Jorja Smith. Bendita voz y bendita estrella, con sobriedad y con una planta de estrella del r&b de finales de los 90 ya consolidada, dio una lección vocal meciéndose suavemente con sus mejores canciones y una versión del ‘Lost’ de Frank Ocean. Nos hizo emocionarnos con la preciosa ‘Let Me Down’, soñar con la nueva ‘Don’t Watch Me Cry’, flotar con ‘Blue Lights’. Y prendarnos de su voz, de su presencia en el escenario, de su simplísima autenticidad. Dejemos de hablar de Amy Winehouse, de Alicia Keys, de Adele… Jorja Smith tiene nombre propio y brillará antes de que te des cuenta.

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Tras la peregrinación que pareció el ir al concierto de Jorja, en el Bacardí Live y al otro lado de ese puentecito al que le falta poco para ser icónico, el regreso al Fòrum iba a golpear con la fuerza de la realidad a través de la implacable máquina del tiempo de Charlotte Gainsbourgh. Su gélido magnetismo me atrajo sin querer, las estructuras geométricas de neón ultrazul que enmarcaban cada escena del concierto, cada contoneo de cada músico, cada desliz de la malévola y decadentista elegancia de la ínclita hija de uno de los bon vivants más míticos de la historia, Serge Gainsbourgh. Su alma punk, su presencia inclemente y poderosa. Mi boca abierta, y aún no me había dado apenas cuenta de que estaba rendido al que sigo dudando si fue el mejor concierto del festival. La melancolía se adueñó del Primavera with Apple Music con los recuerdos fantasmagóricos de la muerte de su hermana, y desfilaron lamentos reflexivos como ‘Rest’, pero todos ellos danzan como en un conjuro de synth para un exorcismo electrónico. Un clásico como ‘The Songs That We Sing’ se transforma en un pasaje de trémulo electro industrial, ‘Les Cocodriles’ se engorila oscura y progresiva hasta el estallido de ‘Deadly Valentine’. Y la emoción se pone a flor de piel cuando Charlotte dedica a su hermana la canción que lleva su nombre, ‘Kate’, al piano y rasgando el terciopelo de su garganta, que suspira en francés con la agonía de una vida demasiado larga a las espaldas, pero aún más cuando los sintetizadores le ayudan a entrar en trance con una descarga iracunda de ruido infernal que ella recibe al piano con resiliencia. Los mellotrones invaden ‘Charlotte Forever’ y todo el muro de sonido y de recuerdos se levanta como un telón sobre el escenario para ceder como una avalancha a la reprimida furia disco de ‘Les Oxalis’.

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Pasé un rato por The Internet en el escenario Pitchfork, con un profundo, noctámbulo y mercúrico r&b, y pensando en Tyler, The Creator, me fui a la explanada principal a disfrutar del final del concierto de Haim. Pero resulta que me topé con el final del de Los Planetas en el escenario Seat, cerrando con ‘De Viaje’ y por todo lo alto y por casi sorpresa la celebración de los XX años de Una Semana En El Motor De Un Autobús que al final sí trajeron al Primavera, así que Haim todavía tenían que tocar. Y ya que estaba allí me quedé a verlas volver a arrasar con lo que pillan por delante. Pocas sorpresas (si acaso que tocaron ‘Nothing’s Wrong’, la única que me faltaba por ver en directo de su repertorio) en este concierto que se limitó a repetir sus clichés y sus temazos: ‘Falling’, ‘Forever’, ‘Don’t Save Me’, ‘Want You Back’ o ‘Right Now’, con la que se despiden después de la timbalada. Diez en actitud, tampoco vamos a negarlo: era muy difícil estar por encima del bolazo sorpresa que dieron en el Ray-Ban el año pasado.

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Ya no había tiempo de ver a Tyler, The Creator, uno de los grandes reclamos del cartel, así que la caída de Migos se había llevado por delante, al menos para mí, el grueso del cartel de rap de este Primavera Sound. Arca tiraba demasiado, esperando en el escenario Pitchfork, así que hacia allí me encaminé, no sin antes echar un ojo a la que estaban armando Idles en el escenario Adidas. De lejos parecía que estaban cavando un túnel en las profundidades del puerto. De cerca notabas directamente la paliza, y el pogo que se formó en ‘Mother’ nos pilló confesados hasta a los que pretendíamos parecer ajenos. Un bulldozer.

Eso, un bulldozer, pero directo a la cabeza, es lo que vino a inocularnos el chileno Alejandro Ghersi en la madrugada del viernes. Fue sencillamente espectacular, y eso que no pude ocultar mi decepción cuando asumía que en realidad la actuación iba a consistir en un dj set y cuando el propio Arca reconocía algo contrariado que “se suponía que esto iba a ser un concierto”. No sé qué fallo de organización pudo haber, pero es que además en ningún lugar se anunció el slot como dj set y en el perfil de Arca que daba el Primavera se vendía la puesta en escena de su espeluznante y bizarro disco homónimo. Lo que hizo Arca para compensarnos fue deconstruir la electrónica, mezclar sus propios mórbidos ritmos con una rupturista amalgama de estilos, desde el emo hasta el rock alternativo y pasando por el flamenco, la cumbia, la rumba, el pop, la salsa. Mientras daba su espectáculo, animaba incansablemente al público y agarraba el micrófono para escupir a berridos de locura los vocales por su cuenta. Acompañado por los visuales de Jesse Kanda, hechos entre otras cosas con una microcámara en directo (¿para qué iba a estar Kanda si la idea era hacer un dj set?), quiso freírnos el cerebro y lo consiguió. Pero para bien.

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Solo quedaba bailar hasta el cierre, hasta la salida del sol y hasta la siempre traumática vuelta a casa. Primero en una versión más amable, con los divertidísimos Confidence Man, que se confirmaron como la salvación del electroclash y unos dignos sucesores de las míticas jaranas saltimbanquis y desenfadas de !!! (cómo sonó en directo ‘Don’t You Know I’m In A Band’, recordándome también a LCD Soundsystem con ese “the drinks are always flowing and I’m smiling ‘cause the drugs are free”). Y después con la dureza y seriedad techno de The Black Madonna, que espantó a las estrellas y arrastró el cielo nocturno hasta lo más cerca posible de nuestras cabezas, cerrando el escenario Ray-Ban y convirtiéndolo en un macroclub de Berlín (o de Chicago, pero esos aún no los conozco). Primero technazo, duro, seco y contundente, y luego tech-house que empezó a dibujar la esperanza disco que tan bien define a la que es una de las mejores discjockeys del circuito purista de la actualidad y que acompaña perfecta al amanecer. Otro día más en Primavera Sound, otra fiesta interminable que termina. A estas alturas te planteas hasta si lo agradeces, aunque pronto se te pasa. Mañana más, y qué bien sienta eso.

Fotografías de Eric Pamies (Father John Misty, Arca, Los Planetas), Sergio Albert (The National), Dani Cantó (Jorja Smith), Garbiñe Irizar (Charlotte Gainsbourg)

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