Música urbana en el norte de África: estado de la cuestión

Diego Rubio Méndez

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Desde The Blaze a la reciente aparición del colectivo «post cultural» NAAR, algo se revuelve en la música para la juventud de Marruecos, Argelia, Túnez


El norte de África reclama su lugar en el mundo, su derecho a resonar, y alza la voz gracias a artistas y creativos de todos los ámbitos. Durante los últimos cinco años el crecimiento de los focos urbanos en países como Marruecos o Algeria ha estimulado una nueva conciencia, una necesidad de expresión que rompa las barreras de las fronteras y que se sume al discurso caótico y urgente de la globalización. Algo que se relaciona también con el éxito de otros personajes de ascendencia norafricana diseminados por el mundo a consecuencia de la emigración.

Pero está siendo en los últimos dos años cuando se está produciendo el aumento de la exposición, por varias razones que me propongo explicar aquí, por partes, sin prisa pero sin pausa. Para tratar de definir el estado de la cuestión. La cuestión del trap en el norte de África, puedes llamarlo, pero realmente va más allá. Es más bien la necesidad de expresión que tiene por vehículo la música urbana, y que evidentemente está hermanada con la progresiva adopción de la revolución tecnológica.

El primer resplandor, en Francia

La publicación del vídeo de ‘Virile’ en Youtube el 21 de enero de 2016, hace poco más de dos años, puede acabar convertida a la postre en una suerte de hito histórico. Uno pequeñito, pudiera parecer local. Pero que cada vez más aspira a esa espiral de visibilidad que constituye el flujo de la globalización, a ocupar su lugar en la conciencia colectiva.

La obra en cuestión mostraba a dos hombres (dos «hermanos», dos»bros») árabes compartiendo un porro y música en un piso, pero también una valentía única en la destrucción casi inofensiva de estereotipos y, sobre todo, una estética bien definida.

Una que no le resultaría desconocida a cualquiera que entonces se hubiera acercado al segundo disco de PNL, Le Monde Chico. Los dos hermanos, criados en un suburbio de París y de ascendencia argelina, empleaban los códigos y tópicos del hip hop y la juventud a la vez que definían una estética de clase que dejaba ver un amplio abanico cromático de culturas, la desolación de los barrios pobres, la marginalidad, la desatención por parte de los poderes fácticos y la consiguiente y velada crítica política.

La ociosidad que se respira en el clip de, por ejemplo, ‘Le Monde Ou Rien’, no esconde otra cosa que la preocupante crecida de la tasa de paro juvenil en Europa, y por eso no es una ociosidad brillante y vitalista, sino más bien desenfadada, profunda, casi depresiva aun esperanzada. ¿Cínica?

Por otro lado, no puede dejarse de notar la ausencia del género femenino, generando una especie de comunidad de machos alfa que puede estar relacionada con el tradicional machismo y aislamiento que sufren las mujeres en el mundo árabe. Y que puede tener algo de mensaje en la simple constatación.

Volvemos a ‘Virile’ y vemos que lo editaba el sello parisino Bromance Records, y que además por casualidad (el vídeo estaba proyectado con anterioridad al fichaje) escenificaba precisamente un «bromance». ¡Ay ese momento climático en el que los dos protagonistas hacen la iguana de filtro como si de un beso se tratara!

The Blaze, sus autores, no eran hermanos, pero sí primos, así que de momento todo va quedando en familia. Jonathan y Guillaume Arlic venían de la mano del célebre productor Brodinski, que les propuso incluir el tema en su compilación Homieland vol.2, y rápidamente se hicieron con el premio a mejor videoclip en los Video Music Awards de Reino Unido.

Cuestión de ‘Territorio’

Iba a ser con su siguiente videoclip, un año después, con el que finalmente llegaran al foco de atención internacional. A cabeceras vanguardistas como Nowness o The Fader, a enamorar a Romain Gavras o a Barry Jenkins (director de la oscarizada Moonlight), a ganar el Film Craft en los premios de creatividad y comunicación Cannes Lions.

Era en ‘Territory’ donde se exponían todos los problemas, conflictos, identidades, ideas que hemos ido recogiendo. La violencia, la desconexión. La presión del mundo moderno en una sociedad que todavía depende mucho más de la familia y de la religión, y de la meritocracia callejera.

Las mujeres, en casa, en el riad; los hombres, que también lloran, en la calle. Fumando, bailando, peleando, corriendo en formación por la arena de la playa como carros de fuego. Con presente y sin futuro, y poniendo de manifiesto quizá algo tan profundo como que en esta sociedad solo nos tenemos los unos a los otros.

Producido por el colectivo Iconoclast, del que The Blaze ya forman parte junto a Gavras, Paul Gore o Ernest Desumbila, ‘Territory’ trasladaba la acción a Algeria en plena crisis de los refugiados (lo de correr por la playa no es por nada), y se puede razonar que es por cuestiones económicas, pues el norte de África es bueno, bonito y barato, está a un paso de Europa y paradójicamente tiene mejores ratios de inversión en programas culturales que muchos de sus países fuertes, pero es inevitable pensar que hay algo más.

Algo que tiene que ver con el romanticismo, con el mito occidental construido sobre lo exótico de culturas que, dentro de nuestra cada vez más fría y mecanizada sociedad, nos parecen brutal, radicalmente auténticas. Inexploradas, coloridas, salvajes. Huimos en busca de autenticidad.

Los protagonistas del vídeo de ‘Territory’, los mismos que retrata en sus colecciones el afamado fotógrafo francés Ilyes Griyeb, los de toda una generación que está en gran parte repartida por suburbios de toda Europa, se visten con un mix espontáneo y caótico de marcas deportivas poderosas (Adidas, Nike, Reebook), y en la moda alternativa se alaba ese estilo como forma de oposición a la corriente principal, abriendo el eterno debate sobre el apropiacionismo cultural. ¿Estamos dando voz o estamos pervirtiendo un acervo por la esclavitud de las modas?

Un solo barrio

En cualquier caso, es evidente que las migraciones y la cada vez menor permeabilidad en los sistemas de las grandes capitales del continente han puesto cada vez más en contacto esas dos realidades. El barrio ha ido rompiendo todas las barreras raciales, y es la mezcla lo que da sentido, desde abajo, a las sociedades modernas.

En España tenemos muestras de esto desde hace tiempo, muy en parte por el estrecho contacto de la Península con el norte de África. Nuestro trap, que encuentra su origen cultural en la ciudad de Granada, se ha configurado gracias al contacto de barrio entre etnias y nacionalidades. Y no hay más que ver a los primeros grandes representantes del movimiento, los Pxxr Gvng de Yung Beef, Khaled, Kaydy Cain y Steve Lean. Un granaíno albaycinero que se buscó la vida en Marsella (la Nápoles francesa) y que luego acabaron adoptando Barcelona y Madrid, un chico de Huelva de ascendencia marroquí, un ladrón de Opañel y un barcelonés de origen uruguayo.

Y en Italia está Ghali, por ejemplo, un milanés de ascendencia tunecina que ha ido dando protagonismo en sus temas al racismo. O el colectivo romano Dark Polo Gang, transversal en sus colaboraciones con artistas de todo tipo, comandantes en su particular corte de los milagros.

Alemania también se ha dejado influenciar por lo árabe a través de su potente comunidad turca y no solo vemos el imput estético en Dardan; en Nimo encontramos referencias explícitas a la cultura y al lenguaje. Y el joven Boef , que arrasa en Holanda, es de origen argelino.

El problema emerge cuando lo que debería ser espontáneo se trata como un vehículo comercial. Es ahí donde sí podemos hablar de apropiación.

El caso Skepta: apropiacionismo y moda

El rapero británico Skepta, paradigma actual del grime junto a Stormzy, lanzó su propia colección de ropa, Mains, en junio del año pasado. Londres ya es un hervidero cultural en sí mismo, ya tiene sus vehículos de intercambio definidos e incluso sus suburbios readaptados, y de esos lugares de cohesión surge precisamente el grime, igual que el uk garage y todos los géneros que en los últimos años han estimulado la música urbana británica.

Pero sus contactos vienen en mayor medida de la India y del Caribe, y es que los ingleses no llegaron a colonizar el norte de África en el siglo XIX, un territorio que siempre estuvo en manos principalmente francesas. Así que Skepta, buscando desmarcarse, lanzó su marca bajo la temática estética marroquí y apoyada con un artbook y un vídeo (que está, qué casualidad, eliminado) de Dexter Navy que imitaba el estilo fotográfico y los temas de inspiración del ya mencionado Ilyes Griyeb.

Yendo más allá, Skepta utilizó directamente un par de fotos de Griyeb para promocionar Mains, aunque aquellas publicaciones de Instagram estén, como el vídeo, actualmente eliminados. Y es en casos como este en los que sí podemos hablar, peligrosamente además, de apropiacionismo cultural. Un síntoma de que lo norafricano «está de moda».

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La publicación de Skepta promocionando Mains frente a la fotografía original de ilyes Griyeb

El creativo Mohamed Sqalli ha sido uno de los principales visionarios respecto a esta tendencia y la ha ido vigilando y estudiando a través de varios artículos para el Huffington Post de Marruecos. Fue él mismo el que notó el plagio de Skepta a Griyeb y más recientemente ha decidido, precisamente con el fotógrafo y Natacha Lecsei, pasar a la acción.

NAAR, en busca de la propia voz de las culturas

Juntos han organizado NAAR, que se presenta como «un colectivo post-cultural que busca compensar los resultados de la competencia desigual entre artistas en el mundo». Que cree «que todas las culturas son iguales en un mundo que no lo es y que todas ellas deberían poder contar sus historias por sí mismas».

A parte de promocionar diseñadores, fotógrafos, artistas de distintos ámbitos, colectivos, poetas y escritores, trabaja para la expansión internacional de músicos marroquíes. Una escena que tiene artistas de urban pop (Fayçal Azizi, Mashrou’ Leila, DouniaManal o la estrella emergente Malca, de la que además Sqalli es manager y que desde aquí recomendamos con pasión) y que en brazos del trap ha dado en el último año noticias como Issam, como 7-Toun, como 7Liwa, como ILY, como A6 Gang. Como MADD o como Shayfeen, que precisamente se han unido en la que es la primera producción propia de NAAR.

El proyecto tendrá como resultado un primer álbum esta primavera, pero de momento han estrenado un tema de adelanto, ‘Money Call’, acompañado por un videoclip dirigido por el propio Ilyes Griyeb.

En él lo que más destaca es que hayan conseguido embarcar en un avión al rapero Laylow, uno de los artistas más pujantes de Francia, y se lo hayan llevado a rodar a Mekses, Casablanca en aras del crossover cultural que defienden en NAAR. Es solo el final del principio. Ahora queda todo por llegar.

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